La semana pasada asistí al evento de IBM business connect #Start2015, en el que la compañía comentó su visión de la tecnología que hay que utilizar en el contexto en el que nos estamos moviendo. Una vez analizado este contexto, nos trasmitió que misión, traducida en productos y servicios, pretende desarrollar (ya está desarrollando) la compañía para satisfacer las nuevas necesidades de sus clientes.
Sobre el contexto, no se dijo de forma explícita, pero flotaba en el aire: first digital. Primero piense en digital. Ya no se puede tener actividad que no tenga en cuenta primero el aspecto digital (no se refiere solo a la tecnología que lo habilita, se refiere, principalmente, al formato y a todas las posibilidades que dicho formato ofrece).
Al hablar del contexto hizo referencia a la Generación D (de organizaciones digitales). Todas las empresas que han empezado hace 5-10 años son «nativas digitales». No entienden las decisiones sin datos. No entienden el mercado local, son globales.
En este contexto, IBM nos dio su visión de la tecnología que queda resumida en
- Sistemas transaccionales, son los que utilizamos para trabajar, y gestionar los procesos de forma habitual.
- Sistemas relacionales, son los que utilizamos para relacionarnos entre personas y entre sistemas. Sobre todo en el trabajo, pero también fuera de él.
- Sistemas cognitivos, son los que utilizamos para entender el contexto y analizar su evolución. Nos ayudan a conocer las nuevas realidades que se van generando a nuestro alrededor, o las que se generarán con mayor probabilidad (el futuro).
Todos estos servicios tienen tendencia a ser utilizados y servidos en cloud (en la nube), ya no se trata de generar y vender productos sino servicios (según Genis Roca «todo producto sometido a presión digital muta en servicio»), y con una capa fundamental y crítica de servicios de seguridad que nos permita identificarnos e identificar digitalmente cómo y con quién operamos de forma segura y generar confianza.
El contexto en el que se mueve la contratación pública es el mismo que en el que se están moviendo las empresas y los ciudadanos, y requiere más o menos la misma visión a la hora de generar productos y servicios que satisfagan las necesidades de las empresas y ciudadanos. No hay un contexto para las empresas privadas y otro para las públicas. Todas las empresas están en el empeño de la trasformación digital. El sector público también, y por tanto la contratación pública tendrá que desarrollarse más pronto que tarde en este contexto.
¿Y la contratación pública?. Será electrónica y tendrá que cambiar.
Tendrá que cambar profundamente. Utilizará los sistemas transaccionales (formato electrónico, tramitación electrónica), los sistemas relacionales por imperativo legal con las nuevas directivas (relaciones electrónicas, seguras con identificación electrónica) y los sistemas cognitivos (analítica de compras y sistemas predictvos para comprar mejor), y servirá a una sociedad que no entenderá tener otra cosa ni se conformará con tener otra cosa.
Casi con toda probabilidad lo hará en modalidad cloud (pública, privada o hibrida). Y utilizará capas de seguridad robustas y consolidadas.
La trasparencia no será un elemento a tener en cuenta. Como dicen los vendedores de coches, vendrá de serie. Lo será la productividad de los presupuestos que se emplean en la contratación. La analítica nos dirá cuáles son nuestros perfiles de compra y como mejorarlos. También la analítica encontrará los rastros de la corrupción y el fraude como ya lo hacen otros sectores (banca, seguros…)
En este contexto hay que empezar a tomar decisiones sobre la transformación digital. Esta transformación implica mucho más que la adopción de un sistema de información que habilite lo que hemos denominado ARTE en la contratación pública. Esto es, el formato digital en el Archivo, las Relaciones, la Tramitación y la Explotación de los datos.
Pero la adopción de un sistema de información no será suficiente. Se requiere un por qué poderoso. Ya lo tenemos, lo estamos sufriendo en todos los boletines de noticias de la televisión. Todos los días. Pero también necesitamos un Cómo. Y ese cómo debería de partir de un para qué (futuro).
El “por qué” es para evitar un efecto del pasado, el “para qué” es para conseguir un efecto del futuro.
Y este futuro es el de la palanca de productividad basada en el ahorro, la eficiencia, la trasparencia. O una combinación de todos estos factores. Cada administración debe conocer y saber qué le interesa. Y tiene que recoger información generar una estrategia u hoja de ruta y comunicarla para recibir propuestas y promover la participación de todos los interesados.
Por último, y quizás lo más importante, si conseguimos la participación genuina de los agentes que intervienen, tendremos que apoyar la adquisición de autonomía en el formato electrónico y sus herramientas y tendremos que premiar la maestría y la competencia en estos formatos.
Como véis, un montón de tecnología, que no es el fin sino el medio. Y que no nos puede hacer caer una vez más en la temible sentencia de: cuanto más “cómo” (tecnología y herramientas) menos “por qué” (propósito y objetivos).
No es difícil de hacer, pero primero hay que entender el contexto y encontrar y comunicar el por qué y el para qué.