Todos los objetivos que hemos considerado posibles y deseables alrededor de la contratación pública: innovación, ahorro, eficiencia, ayuda al tejido productivo, inclusión social,… sólo son posibles en la sociedad actual, si hacemos la trasformación previa de este servicio de contratación al formato electrónico.
En las estadísticas sobre contratación pública del año 2010, vemos una nota al final en la que se comenta que a pesar de la crisis actual (o a consecuencia de ella) se han aumentado los recursos que se destinan a la contratación pública. En cualquier caso, e independientemente de las tendencias actuales y del volumen de los recursos que se dediquen a este servicio en el futuro, lo que está claro es que con este ingente volumen el formato electrónico, y la información que proporciona, es el único medio que puede permitir una gestión eficiente, y una explotación que permita aplicar las políticas que se hayan diseñado para obtener resultados. Los que se decidan.
Pero la transición al formato electrónico no es sencilla, llevamos 10 años (o más) tratando de conseguirla y se resiste, o no se alcanza de forma eficiente (en tiempo y presupuesto) . Hay algunas experiencias de éxito que se difunden con profusión y muchos fracasos que se silencian con excusas.
La Comisión ha publicado recientemente un documento de estrategia para realizar la transición, pero cada administración pública y cada proveedor tendrá que realizar esta transición, tendrá que aportar su esfuerzo y presupuesto para ello. Y no es fácil ni es gratis ni es automática.
El objetivo no es el formato electrónico. El formato electrónico es el medio (el único) que nos va a permitir alcanzar los objetivos que la sociedad demanda de este servicio de retorno que representa la contratación pública. El formato electrónico es el medio que nos proporciona información (con el uso intensivo y apropiado de las tecnologías de la información) para diseñar y ejecutar las políticas que materialicen los objetivos.
Toda transición necesita una estrategia que normalmente estará matizada por los objetivos, pero que no es el objetivo. La transición es complicada porque es la que comporta el cambio cultural, el abandonar la zona confortable de nuestras actuaciones habituales para aprender y manejar otros productos en otro formato: el formato electrónico.
Y el formato electrónico necesita tecnologías de la información, no ya como ayuda o soporte sino como parte esencial del servicio. Es posible que a algunos les de vértigo y la dependencia les suscite suspicacias, pero probablemente es el precio que tenemos que pagar por poder disponer de la mejor información posible de todos los recursos (el 20 % del PIB) que mueve la contratación pública.
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