La modernización de la contratación pública pasa inexorablemente por la trasformación a la contratación pública electrónica.

Creo que una de las mayores preocupaciones a las que las administraciones dedican sus esfuerzos es a “cuidar” de los dineros públicos. Independientemente del resultado, y sabiendo que algunas veces es mayor la voluntad que el acierto, creo que existe un esfuerzo continuo en esta materia.

Alrededor de esta preocupación se ha generado legislación y procedimientos, y sobre todo una cultura que, basándose en las características del formato papel han generado el panorama actual en el que, aparentemente, nadie está muy satisfecho. Probablemente porque el órgano ha superado la función, una vez más. La burocracia ha perdido su esencia y se ha convertido en rémora.

El formato electrónico cambia todo. Sus características son distintas y en algunos casos opuestas al formato papel. Aunque  su manejo y compresión requieren trasformaciones de los usos y costumbres actuales que no se cambian fácilmente, representa la (única?) esperanza para modernizar la contratación pública.

La contratación pública en formato electrónico puede simplificar los procedimientos, porque la trasparencia en el formato electrónico está prácticamente garantizada. Esto no sucede en el papel donde los esfuerzos de trasparencia tienen que ser realizados a “priori”, porque una vez ejecutado el procedimiento “buscar” en papeles es muy complicado. No se trata de buscar en un único expediente,  sino en muchos y ser capaces de relacionar unos con otros.

Creo que el formato electrónico es el adecuado para dar respuesta a todos los deseos de modernización de la contratación pública. Lo que no significa que sea fácil ni automático. No lo  es. Pero es la herramienta que nos va a permitir alcanzar los resultados que “todos” esperamos de la contratación pública.

Ahora, es conveniente volver a recordar que la trasformación que habilita el formato electrónico en la contratación pública, no vendrá sólo de la mano de la tecnología, sino que habrá que modificar el resto de los factores:

  • personas y su cultura,
  • procedimientos y sus resultados (tarea, documento, expediente y firma electrónica)
  • estructuras y organización que acomoden el órgano (con herramientas y formatos nuevos) a la función.

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